Entrada: Crear con población en tránsito: Semillero Creativo de Teatro y Títeres en Tijuana en Baja California
Pie de foto: Semillero Creativo de Teatro y Títeres en Tijuana en Baja California

Crear con población en tránsito: Semillero Creativo de Teatro y Títeres en Tijuana en Baja California

 

La primera vez que estuve en territorio fue en el programa de Cultura en Todas Partes del Instituto de Cultura de Baja California. Era un taller de teatro con jóvenes de una comunidad donde se reunían para hacer distintas actividades artísticas y deportivas, u oficios que se programaban periódicamente.  Recuerdo que fue en una zona alejada de Tijuana.  Llegué con muchas dudas, me sentía nerviosa porque no estaba segura cómo recibirían el taller.  Mi sorpresa fue muy grata al ver que, como muchas personas ya se conocían, había un compañerismo muy lindo que me abrazó y logró que todo fluyera.

Me di cuenta del poder de estos espacios donde existe una relación previa entre las personas con el espacio circundante. A lo largo de los años continué en diversos programas públicos del municipio o del estado trabajando en el territorio, así como con mi compañía de teatro. Sin embargo, siempre me quedaba con la sensación de que mi estadía era muy breve.

Así pasaron los años hasta que, en el 2021, pude integrarme a Semilleros Creativos y fue aquí donde pude –y puedo– tener la oportunidad de ser parte de periodos largos con la comunidad. Creo que eso hace la diferencia, pues conoces muy bien las dinámicas internas, las personas se familiarizan contigo y eso genera confianza y apertura.

Aunque mi participación es particular –la comunidad en la que trabaja el Semillero Creativo de Teatro y Títeres en Tijuana, Baja California, es con población migrante– eso no ha quitado la constancia de la que hablo, a pesar de que la relación es fluctuante.  Sin duda, he aprendido mucho sobre mis estrategias docentes para lograr los objetivos a pesar de estas variaciones.

Lo que más me gusta es la enorme cantidad de cosas que he aprendido de niñas, niños y jóvenes del Semillero. Como son personas en proceso migratorio, a través de sus narraciones he conocido sus lugares de origen y sus tradiciones. He aprendido de las perspectivas y experiencias de personas mexicanas, de quienes vienen del centro y del sur del continente, y de quienes llegan de lugares tan remotos del mundo –con respecto a México– como son Uzbekistán o Irán.  Esta diversidad que era tan lejana para mí, me ha llenado de curiosidad, de ganas de saber más y de invitar con ese mismo ánimo a conocer nuestro Semillero.

La comunidad semillerista está muy bien organizada.  Al ser ciudad sin fronteras existe mucha gente viajera.  Si se puede describir de algún modo, se trata de una ciudad de viajeros.  Por eso todas las familias comparten casa. Esto es una gran familia donde se cambian constantemente los miembros de ella.  Se reparten tareas por día para que cada quien pueda conocer toda la gran casa-ciudad.

Las capitanas y los capitanes son las únicas personas no viajeras que conocen y resuelven todo en esta ciudad.  Gracias a su trabajo, todo funciona muy bien.  Las niñas y los niños viajeros tienen un espacio de juego donde siempre hay movimiento.  También deben ir a la escuela para aprender y conocerse.  El mundo ahí es tan gigante como la cantidad de mentes que se juntan. Sin duda alguna, existen módulos muy bien identificados: el de alimentos, donde se reúnen para comer y convivir; el módulo de dormitorios, en los cuales se comparte el sueño –y los sueños– con las familias; el espacio de aseo, el de juegos, el educativo, de salud, de trabajo, el de psicología y el de guía. 

La resistencia es parte del reto principal en el Semillero Creativo de Teatro y Títeres en Tijuana, pues, debido a la circunstancia particular en la que se encuentran quienes participan, a veces los ánimos decaen y no hay voluntad para hacer actividades.  Sin embargo, la aproximación, la charla y el lugar de trabajo, así como el ambiente que se va percibiendo, va cobrando fuerza.  Entonces la resistencia se vuelve una semilla, efectivamente, para crear, opinar, observar la parte emocional y hablar.  Al final del día, es un proceso que va de la resistencia inicial a la participación voluntaria. La entrega en el trabajo y la creación son los elementos que distinguen y hacen especial al Semillero.

Me acuerdo de la vez que tuvimos un Tiempo de Cosecha; las niñas y los niños tenían muchos nervios por la presentación de su obra de teatro con títeres.  El auditorio estaba lleno, no cabía un alma.  La emoción me llenaba el corazón de alegría y orgullo, pues el proceso fue largo y no fueron pocos quienes se desesperaron.  Me encantó que, al final, no cabían de satisfacción de ver el resultado de lo que hicieron, a pesar de las dudas que los asaltaron al no creer que podrían lograrlo y por sentir que faltaba una eternidad para la presentación final. Ese día fueron muchos aplausos.  Me acuerdo que una niña se acercó a mí y me dijo que se sentía como famosa por la cantidad de fotos que tomaron las familias.

Me acuerdo de la vez en que se integraron unas niñas rusas que no hablaban español, y de otros niños persas que tampoco sabían otra cosa más que la palabra “gracias”. Tuvimos muchos tropiezos, pero al final, en ambos casos, todo fluyó y fueron encuentros exitosos y agradables.

Me acuerdo de la vez que actué un cuento en el Semillero. El grupo se sorprendió, pues no me había visto creando de esa manera en particular. Después todos querían hacerlo así también, aunque había quienes se arrepentían antes.

Me acuerdo de la vez que un adolescente se frustró y se enojó porque una niña no quería actuar.  Se marchó molesto y alzando la voz.  Al día siguiente, ofreció disculpas, su nivel de madurez y reflexión me sorprendió.  Al final, actuó con la mejor actitud y no paraba de presumir su logro.

Me acuerdo también de la vez que hubo otro Tiempo de Cosecha y muy pocos querían hacer la presentación porque era individual. Al momento de la presentación solo se animaron tres; conforme avanzaba el recorrido y veían a la gente y a sus colegas, uno a uno se iban sumando a las presentaciones hasta que ya no cabían en las mesas porque todos querían participar. Eso me hace ver hasta dónde pueden llegar los nervios y el temor a equivocarse. Menos mal que el desenlace suele ser el mismo: orgullo y satisfacción al final del logro.

Hace poco, una de las encargadas del aula en donde se reúne el Semillero, me pidió si podía integrarse una mujer de 58 años a la que le gustaba mucho el arte y tenía una condición cognitiva que la hacía comportarse como una adolescente. 

Le dije que sí, y ella se presentó a varias sesiones. Me llamó mucho la atención y me pareció maravilloso el ambiente de afecto y respeto que se mostró en el grupo al compartir actividades. Mucha disposición por parte del grupo para ayudar y para compartir experiencias. Incluso, ella estructuró una clase, para poder compartir con el resto de sus compañeras y compañeros en el albergue la historia del arte: algo que le gustaba mucho y que había estudiado en el pasado. Fue un aprendizaje muy profundo, el de ella y el de las semillas que convivimos en conjunto. Me parece que ha sido una experiencia muy benéfica de la que he aprendido el poder de la convivencia y el deseo de compartir afecto a través de actividades diarias.

Sin duda, el primer día y el último día distan mucho en sus diferencias, mas no en las sorpresas y buenos momentos que he podido experimentar en territorio.

Griselda Hernández Rodríguez, docente del Semillero Creativo de Teatro y Títeres en Tijuana, Baja California