Cartas para Acapulco o lo que habita en lo pequeño
“Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Comencé este pequeño relato con una frase de Eduardo Galeano, ya que no encuentro otra mejor que describa a la perfección el trabajo tan noble que se llevó a cabo junto con niñas, niños y jóvenes del Semillero Creativo de Artes visuales en Ometepec, Guerrero.
El pasado 24 de octubre sucedió un desastre natural muy lamentable en el puerto de Acapulco, lugar que muchos en Guerrero conocemos y, como era de esperarse, quisimos desde el Semillero contribuir con nuestro granito de arena. Sin embargo, en la práctica docente no puedes llegar de la nada y decir: “Vamos hacer esto”, ya que no estamos trabajando con robots sino con personas sentipensantes que son capaces de involucrase y resolver desde sus contextos las problemáticas de su entorno (razón fundamental de la existencia de Cultura Comunitaria). Por lo tanto, contaré cómo es que entre tantas cosas que ya se hacen, los niños y niñas decidieron escribir cartitas.
Desde el punto de vista de un adulto puede parecer que no es tan necesario ni tan urgente una carta ante el hecho de enviar preferentemente despensas o dinero, pero ante la visión de un niño, sí lo es. Recuerdo cuando era niña y tuve que viajar lejos de mamá junto a mi hermana para estudiar. En aquel entonces, no contaba con teléfono para comunicarme constantemente, por lo cual mi mamá solía dejarnos cartas escritas. Para mí, leerlas me reconfortaba el alma y me alentaba a no sentirme tan triste.
Al enterarme de los sucesos del 24 de octubre en Acapulco, inmediatamente pensé en involucrar a niñas y niños del grupo en alguna actividad para apoyar que no les generara gastos económicos, ya que muchos Semilleros existen precisamente en lugares vulnerables y, por ende, no quería que ellos o sus padres se vieran en una situación en la que también a ellos les afectara. Acto seguido, recordé las cartas.
Ese día, al llegar, reuní a las niñas y niños en círculo para conversar sobre los desastres naturales. La misma plática nos abrió camino para conversar sobre lo sucedido en Acapulco y las semillas comenzaron a decir: “Si yo pudiera, les mandaba mi casa para que no estén tristes”, “Maestra, yo les mandaría mi colchón para que tengan donde dormir”, “Pues yo les llevaría mucha comida” y otros comentarios así.
En mi labor docente me gusta explorar los pensamientos de los participantes y antes que proponer una solución me gusta que ellos mismos las formulen desde sus posibilidades. Entonces les dije: “No podemos enviar el colchón ni la casa, ¿qué podríamos enviar? Algo que ustedes puedan y tengan a la mano”. No hallábamos solución alguna porque ellos estaban enfocados en las necesidades que tienen los adultos y, de pronto, unas palabras iluminaron el taller: “¿Y los niños?, ¿Cómo la estarán pasando después del huracán?” Eso fue todo lo que necesitábamos para abrirle paso a una actividad que fuera pensada por niños para otros niños, y así surgió la sugerencia de las cartas. Por todos lados mencionaban: “Si yo estuviera en una situación así, me alegraría mucho recibir una cartita”. De pronto, todos nos pusimos a escribirlas y cuando estábamos casi terminando Rachit, de 10 años, comentó: “Algunos niños de Acapulco bajaron a Ome (Ometepec) por sus calaveritas en Día de Muertos, pero ¿y los que no pudieron? Se quedaron sin sus dulces”. Casi instantáneamente todos gritaron a la par: “Yo tengo muchos dulces de mis calaveritas”, “¿Y si les mandamos sus calaveritas?”, “¡Sí! ¡Hay que ponérselas adentro de las cartitas!”. Casi lloré de la emoción, me sorprendió su nobleza y conciencia ante las necesidades de las personas de su entorno. Y en realidad, no debió sorprenderme, para eso existen los Semilleros Creativos, para formar desde las infancias a futuras personas conscientes de las problemáticas de su comunidad y sociedad.
Para ponerlos en contexto, Ometepec está a tres horas del puerto de Acapulco. Por lo tanto, también nos tocaron unos cuantos estragos, pero lo que teníamos en ese momento era mucho comparado a lo que tenían ellos. Con eso en mente, comencé a difundir de manera local la actividad que estábamos implementando en el Semillero esperando que la gente del municipio se sumara con cartitas o despensas. Sin embargo, sucedió algo más extraordinario, al momento de subir la actividad varios conocidos de otros estados comenzaron a reaccionar esperando enviar sus cartas. A decir verdad, no estaba preparada para tal cosa, pero como bien dicen, "Dios siempre acomoda el camino para que las cosas buenas se den". Fue así como desde la Dirección General de Vinculación Cultural se elaboró un cartel oficial y nos dio difusión a nivel nacional.
Así fue como al correo postal y electrónico llegaron cartas desde Michoacán, Estado de México, Oaxaca y Coahuila. Algunas de parte de los mismos Semilleros, otras de personas que se sumaron y otras más de centros educativos. Las semillitas de Ometepec estaban muy emocionadas y contentas, lo que inició como algo muy pequeño llegó a ser tan grande como sus sueños. Así nacen los grandes proyectos, primero es una idea y después crecen tan grandes como los árboles; así se sintieron mis semillitas, sus ideas habían germinado en otros la posibilidad de ser generosos y caritativos con el prójimo, así fuera con lo más pequeño o mínimo, porque no sabemos qué tanta falta le hace al otro.
De esta manera llegamos, por fin, al día de la entrega de las cartas. Puedo contar muchas cosas sobre la situación en Acapulco y lo que vi, pero solo resaltaré esto: la felicidad que irradiaban las caritas de esas niñas y niños cuando les entregué sus cartas, le hubiera dado a cualquiera la convicción de que se puede cambiar el mundo, así como el valor y la fortaleza de hacer un millón de cartas con tal de ver esa sonrisa. Hagamos millones y millones de acciones pequeñas, porque es en lo pequeño donde habita la grandeza. Yo encontré eso en mis semillitas, siendo tan pequeños no tienen idea de lo majestuosa que fue su idea. Hoy solo puedo decir lo siguiente: dejen a los niños pensar libremente y serán ellos los que pongan los cimientos para hacer de nuestro planeta un lugar mejor.
Por último, quiero mencionar que los niños y niñas de Ometepec que participaron escribiendo sus cartas esperaban con ansias alguna respuesta del puerto de Acapulco. Sin embargo, fui muy clara con ellos al decirles que no esperaran respuesta alguna, pues no sabíamos si ellos tenían las herramientas para contestar; pronto dieron soluciones y proponían enviar lápiz y hojas de sus propios útiles escolares, pero la resolución final fue no hacerlo. Aun así, los motivé a que no por eso dejaran de hacer esa acción, puesto que la vida siempre nos regresa lo que desinteresadamente damos, quizás no de la misma manera, quizás en otras formas, pero siempre regresa.
A la semana de haber concluido la actividad confirmamos este hecho, ya que las semillitas de Ometepec recibieron por correo electrónico cartas de agradecimiento por haber llevado a cabo la entrega de las cartas y despensas al puerto de Acapulco. Estaban escritas por niñas y niños del Semillero en Salina Cruz, Oaxaca, en ellas les expresaban con dibujos y palabras un merecido reconocimiento por tan noble actividad y de esta manera concluimos satisfactoriamente esta labor humanitaria.
Gracias por leernos.