Cultivar el cuidado, experiencias del Semillero Creativo de Producción audiovisual en Mérida
"1. Prometo cuidar a mis compañeras y compañeros". Este es el primero de tres acuerdos que niñas, niños y jóvenes realizan cuando comienzan a formar parte del Semillero Creativo de Producción audiovisual en Mérida, Yucatán. Responsabiliza a Karla Puch y Mauricio del Olmo, docente y promotor del Semillero, respectivamente, a brindar un espacio seguro en todos los aspectos, que incluye desde un botiquín de primeros auxilios hasta la creación de un entorno donde la niñez y las juventudes estén libres de violencia y puedan expresarse sin temor al juicio.
Conforme a lo que explican, esta es la base para crear otros modelos de relación entre poblaciones que provienen de contextos sociales contrastantes y donde las diferencias culturales entre sus habitantes son evidentes. Localizado en el Centro de Desarrollo Integral Sara Mena, al oriente de Mérida, el Semillero Creativo de Producción audiovisual es una de las pocas ofertas culturales descentralizadas en la ciudad donde el transporte público es deficiente y dificulta la movilidad.
El Semillero no es solo un espacio de aprendizaje, sino de acompañamiento, lo que significa proporcionar un espacio donde niñas, niños y jóvenes se sientan seguros para expresarse y explorar su identidad. La experiencia en la niñez y en la juventud suele ser semejante a aquella idea de Alicia cuando, en el país de las maravillas, dice: "Sabía quién era esta mañana, pero he cambiado mucho desde entonces". Esta perspectiva facilita caminar junto a ellas y ellos, pues están en constante transformación y permite también ayudarles a transitar por las dificultades.
Por ejemplo, al Semillero han llegado niñas que están atravesando duelos, niños con problemas de violencia y jóvenes con neurodivergencias. No obstante, después de un tiempo, aquella niña que no habló durante semanas, ya saluda con familiaridad; el niño que no podía manejar su ira, se dulcifica por decisión propia y todo el grupo decide aprender lengua de señas para comunicarse con uno de sus compañeros que no escucha.
Dejarlos explorar libremente ayuda a que habiten de manera distinta el salón en el que aprenden a manejar cámaras y a realizar contenidos audiovisuales. Saber que cada una de ellas y ellos tiene este espacio para ser libre, a partir de la promesa de cuidarse entre sí, les permite hacerlo desde una posición donde la responsabilidad es colectiva.
Hay un niño, cuenta Mauricio, que a veces solo quiere indagar en su mirada filosófica: "¿Cómo es posible que viajemos por el universo y la Tierra alrededor del sol?", pregunta. Otra niña quiere conversar de temas tan diversos como su propio proceso de enamoramiento o telenovelas turcas que ve junto a su mamá; un joven con síndrome de Down, discapacidad auditiva y visual asiste al Semillero con el deseo de hacer amigos.
Niñas, niños y jóvenes pueden tener un referente donde cada voz, cada mirada del mundo y singularidad es respetada. Desde ese reconocimiento de las y los otros, es más sencillo interactuar. El Semillero se convierte en un punto de encuentro donde conviven con personas diferentes a las de su entorno escolar y familiar y, a través del diálogo, han forjado relaciones de solidaridad y confianza. En las ocasiones en que el grupo se ha sentido incómodo, expresar sus sentimientos ha sido el puente para llegar al bienestar común. Aunque se busca respetar la libertad de cada niña, niño y joven, también es necesario cuidar el sentido de colectividad que construyen a diario.
Antes que la agencia de niñas, niños y jóvenes del Semillero en sus comunidades, explica su promotor, está el cuidado de sí mismos y de sus compañeras y compañeros. Esta es la manera en la que han aprendido después, a pensar de manera grupal y a organizarse para construir en colectivo.
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"2. Si algo me sale mal, no me rendiré".
"3. Si las cosas me salen bien, no me confiaré".
Al ver los primeros trabajos del Semillero, los errores técnicos son evidentes. El mal uso de las cámaras, la dificultad en la edición y los problemas de audio son visibles en varias creaciones. Sin embargo, es también la memoria de niñas, niños y jóvenes que se acercan con total libertad a un equipo de producción audiovisual por primera vez. Se trata de un pasaje obligado para la conquista de habilidades que, como muchas cosas en el Semillero, se desarrollan mejor en colectivo. Para Mauricio y para Karla, lo más importante son las semillas, respetar sus procesos de aprendizaje y sus procesos creativos. En ese sentido, lo que resulte de los productos es parte de este camino.
Aquello que tienen en común la niñez y las juventudes que se reúnen en el Semillero es que saben lo mismo. Han aprendido en grupo y aunque se inclinen por una u otra cosa del proceso audiovisual, el material solo está listo cuando ha pasado por todas las manos y miradas del Semillero. Como el trabajo en un hormiguero, explica Mauricio, cada niña, niño y joven aprende a organizarse en pequeños grupos para la realización de un video. Es solo hasta ver el resultado final, que ellas y ellos se alejan de aquella labor que parecía pequeña y contemplan de manera panorámica lo que fueron capaces de hacer en grupo.
Así fue en el último cortometraje "Noviembre en Yucatán" con el que recibieron una mención honorífica en el Festival de Cine Infantil Churumbela 2023, celebrado este año en Ciudad de México y en Mérida. En éste, las y los participantes del Semillero acordaron grabar la celebración de Hanal Pixán, ese día en el que los finados regresan a casa y que congrega en los panteones y las casas familiares a muchos de los habitantes de la ciudad.
Como un acuerdo también general, decidieron abordar la festividad desde su punto de vista. Lo cual implicó sumar a las mascotas, aunque la tradición no contemple esa costumbre. Mientras unos niños pusieron el altar, otras niñas se dedicaron a grabar; algunos otros jóvenes leyeron y escribieron el guion, y otros más grabaron y editaron. Así, al final, se encontraron con un testimonio en el que aparecen todas sus voces y sus maneras de entender la celebración.
"¿A quién le dedicas tu altar?", pregunta una niña. "A los difuntos que nadie recuerda", responde su compañero. Y de esa misma manera, cuidar de los lugares que por años habían sido olvidados es una de las labores de todos los Semilleros Creativos del país.