Florecer en el Semillero Creativo de Teatro y Lengua maya en Kanasín, Yucatán
Judith tiene 18 años; lleva poco más de un mes como alumna de la carrera de teatro en la Universidad de las Artes de Yucatán (UNAY). Se integró al Semillero Creativo de Teatro y Lengua maya en Kanasín desde su creación en 2019, cuando cursaba la primaria. Cada sesión del Semillero, desde la primera vez que entró, ha sido significativa para ella. Ahora, cuando sale de la universidad y tiene tiempo, regresa a este espacio para convivir con sus compañeras y compañeros porque, en sus palabras: “Es mi casa realmente. Es un lugar donde he ganado mucha confianza, me siento segura. Me gusta: es divertido estar ahí”.
Fue en el Semillero donde la joven se encontró a sí misma. Es decir que, a partir de las observaciones de sus colegas y los docentes Ilse y Ricardo, se dio cuenta de cosas que jamás habría imaginado: “En el Semillero poco a poco van abriéndote: como esa flor que pueden hacer que brille. Al momento de estar ahí estás brillando, a veces tú no te das cuenta y, poco a poco, a partir de lo que te dicen, lo vas trabajando en ti”.
Cuando Judith habla con naturalidad acerca de las presentaciones que ha tenido como actriz en el Auditorio Nacional y otros grandes escenarios, resulta difícil imaginarla como una niña con miedo de expresarse, como se describe antes de conocer el Semillero. Es por esta experiencia que valora a los Semilleros Creativos como espacios donde los jóvenes pueden hacer de sus miedos “un potencial de crecimiento”.
En este lugar también recuperó la lengua de su abuela: el maya. De manera autodidacta, Judith continúa estudiando para no dejar de hablarla y mostrarla con orgullo en la escena: como aquel 15 de septiembre de 2023 en el zócalo de la Ciudad de México cuando recitó en maya frente a cientos de personas. Esa presentación es, quizás, la más importante de todas las que tuvo desde que se sumó a Semilleros Creativos. Los ensayos donde todo el grupo participó con propuestas de montaje para el cuadro escénico crearon un ambiente entrañable que lo unió todavía más. Judith se recuerda ese día más feliz que nerviosa, pues se trataba de un gran escenario habitado por su lengua materna y donde casi todo el Semillero se presentó.
Para su familia, quien siguió con orgullo y admiración cada una de sus presentaciones, no fue una sorpresa que Judith decidiera hacer el examen de admisión para estudiar teatro. La influencia de sus docentes del Semillero era evidente; y también su compromiso y amor por el arte teatral. Aquella frase que hace referencia a que las artistas “mueren de hambre”, no tuvo efecto en su círculo familiar, pues había sido testigo del talento de Judith y las oportunidades que se abrían gracias a su compromiso y convicción.
Para alguien que comienza un camino profesional en el arte de “estar en presente” —es decir, en el aquí y ahora durante la escena— el futuro se dibuja como un horizonte con posibilidades infinitas: pertenecer a la Compañía Nacional de Teatro; estudiar aviación posteriormente y formar una compañía itinerante; trabajar junto con sus colegas de generación.
Todos estos proyectos, reconoce Judith, surgieron por aquello que los Semilleros Creativos fueron capaces de fortalecer en ella y en el resto de su grupo: la seguridad en sus propias opiniones, ideas, sueños y en las expectativas sobre el presente y el futuro de sus trayectorias de vida y sus comunidades.