Los diferentes senderos de las y los agentes culturales
Los diferentes senderos que recorren las personas para convertirse en agentes culturales son vastos y diversos. Algunos provienen de la educación formal y otros de la práctica y el trabajo directo en territorio. Ambos senderos implican una reflexión constante de qué es aquello que se desea fortalecer en las comunidades y cuáles son los obstáculos que pueden estar presentes.
Ana Calderón participa como agente cultural en Villas del Pedregal y Janitzio, Michoacán, dando talleres de bordado y esténcil a mujeres, niñas y niños de ambas comunidades. Es originaria de Pátzcuaro aunque radica en Morelia. Su contacto con el trabajo en diversas comunidades comenzó después de la preparatoria: al hacer su servicio social en la Casa de Cultura de Morelia, Michoacán, un profesor con el que aprendió algunas técnicas artísticas, en ocasiones, la dejaba a cargo de las niñas y los niños que asistían. Fue ahí donde descubrió su capacidad para estar a cargo de grupos diversos y vincularlos a través de las artes.
Aunque siempre quiso estudiar en la Facultad de Bellas Artes, se decidió por las ciencias naturales. En la Facultad de Biología comenzó a tomar diversos talleres de fotografía, tallado en madera y serigrafía, técnicas que luego retomó para el trabajo con niñas y niños. Aunque su formación en Educación Ambiental va de la mano con lo cultural, el arte es, sobre todo, la herramienta con la cual se acerca a diversas comunidades para trabajar temas más profundos.
En Villas del Pedregal, una zona marcada por la violencia, la creación de ojos de Dios y la técnica de esténcil sirve para conversar con mujeres y hablar de las problemáticas de la zona, pero especialmente, de la forma en que ellas imaginan su importancia y valor dentro de sus propias familias: esa primera comunidad a la que pertenecen. Los colores encuentran un significado particular para cada una de ellas y permiten reconocerse de otra forma. El esténcil es una impronta con la que expresan los hitos de sus vidas: sus hijas e hijos, los esposos, los recuerdos familiares.
La amplia variedad de aprendizajes que Ana ha adquirido durante su trayectoria profesional permite también, iniciar las sesiones con terapias de masaje para crear un espacio seguro donde las mujeres que asisten puedan dar pausa a los problemas cotidianos y dedicarse a estar y conversar durante el Convite. Ella, como agente cultural, tiene un especial cuidado en llevar sesiones en las que pueda construirse la confianza y la cooperación con los grupos.
En Janitzio guía una sesión de niñas y niñas en la que, junto a su compañera que imparte teatro, da una salida creativa a la preocupación sobre la basura acumulada en la zona: crear títeres con los desechos que van acumulando durante una caminata. Niñas y niños se sorprenden al ver que la basura se puede transformar en algo creativo. Para Ana, lo más importante de ser agente cultural, es lo que aprende después de cada jornada; lo que la comunidad le muestra a través de sus reflexiones y sus expresiones artísticas.
Víctor Ignacio Ayala, quien también participa del Convite en Janitzio, Michoacán, llegó al trabajo comunitario a través de una inquietud que formalizó estudiando Desarrollo Comunitario. Ahí comenzó fotografiando y tomando video de los pueblos originarios para, posteriormente, aventurarse a interactuar con las comunidades y aprender de ellas.
Su interés inicial estaba en preguntarse qué vivían las comunidades, cómo interactuaban con la naturaleza, qué elementos integraban a las fiestas. Si bien no fue sencillo acercarse al principio porque las comunidades no reconocen a la gente de Pátzcuaro como pueblo originario, cuando Víctor descubrió que en su árbol genealógico había orígenes purépechas, se decidió a aprender la lengua directamente de los ‘tatas’. Eso facilitó mucho su interacción con las y los habitantes de las comunidades indígenas. Como gran parte de su trabajo consistía en tomar fotografía comunitaria en bodas, fiestas patronales y diversos eventos, cuando se convirtió también en guía de turismo federal –desde una perspectiva de turismo sustentable– diversas comunidades como un grupo de alfareros, abrieron sus talleres para formar parte de los recorridos.
El respeto que Víctor mostró como guía de turista ante las autoridades de las comunidades permitió intercambios importantes de ambos lados; tanto en la gente de la región, como en las personas que asistían a los recorridos interesadas por la vida en la zona. El interés de Víctor por la comunidad lo acercó también al registro y promoción de juegos y deportes autóctonos de denominación purépecha. Durante años, junto con otros colegas, se dedicó a conversar con las personas que conocían esos juegos con la intención de preservar su práctica y la memoria que estos guardan.
Esto le ha permitido observar historias donde la revitalización de estas prácticas tiene un valor importante. En Jarácuaro, por ejemplo, en una comunidad que descendió por cuestiones ambientales, durante una jornada de promoción del arco y la flecha un hombre de 75 años revivió la historia de cómo él, de niño, cazaba junto a su padre. Esa historia que contó a su nieto fue un indicador importante para saber que esas prácticas que se transformaron en deporte pueden vincular a diferentes generaciones.
Durante el Convite, Víctor ha tenido también aprendizajes importantes. Durante una sesión donde niñas y niños realizaron mapas de identidad, fue posible reconstruir junto a ellos lugares que incluso a él, como guía de turismo, le eran desconocidos: miradores naturales que conoce la población, así como bellos relatos de la tradición oral que forman parte del patrimonio cultural intangible.
Resulta relevante conocer la trayectoria de quienes ayudan y colaboran con Cultura Comunitaria, ponerles nombre y apellido, pues a través de sus historias reafirmamos sus experiencias y motivaciones que nos permiten entender por qué es importante reconocer desde la política cultural su labor. Los proyectos que se realizan ahora desde Cultura Comunitaria son una respuesta a ese trabajo que existía desde muchos años antes y se apoya en la amplia experiencia y conocimientos que nuestras y nuestros agentes culturares construyen desde y para las comunidades.