Entrada: “La revolución del agua”, el jolgorio donde celebramos la organización comunitaria
Pie de foto: Jolgorio La revolución del agua, Los Altos de Jalisco, 2022.

“La revolución del agua”, el jolgorio donde celebramos la organización comunitaria

En abril de 2022 el Jolgorio de Cultura Comunitaria, -celebración que promueve la apropiación del espacio público a través de actividades artísticas y culturales- llegó a los municipios de Mexticacán y Cañadas de Obregón, Jalisco.

Durante dos días los pueblos de Acasico, Palmarejo y Temacapulín festejaron la concreción de un acuerdo importante con el Gobierno de México: su derecho a decidir en torno a la presa El Zapotillo. Un megaproyecto que proponía la creación de una gran presa con una cortina de 105 metros de altura que implicaba la inundación de los tres pueblos para abastecer la demanda de agua de León, Guanajuato; la zona metropolitana de Guadalajara y la región de los Altos de Jalisco.

Una vez que se acordó junto con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que la presa únicamente se reanudaría con un máximo de 45 metros, parte del “Plan de desarrollo integral para los pueblos de Acasico, Palmarejo y Temacapulín en Jalisco” consideró también sus demandas en materia cultural a través del programa Cultura Comunitaria.

Los Jolgorios -además de ser festejos públicos que incluyen a promotores, agentes culturales y artistas de la región- son también espacios de diálogo donde se enuncian las necesidades y se construyen acuerdos con cada comunidad. ¿Pero qué entendemos por comunidad? La historia de Temacapulín, Acasico y Palmarejo puede ser un referente para hablar sobre este concepto y para entender cómo la cultura funciona como herramienta de cohesión.

Cuando en 2007 se anunció que el proyecto de la presa El Zapotillo -respaldado en decretos realizados en 2005- modificaría su propuesta de crear un embalse de 80 metros de altura para realizar uno de 150 metros, las y los pobladores que vivían junto al Río Verde y al Río ancho en Jalisco, comprendieron que aquello significaba su inminente desplazamiento. Algunas y algunos lugareños consideraron que vender sus propiedades era una buena inversión, pero la mayoría vio en aquel acto un atropello contra su forma de vida, sus costumbres, sus tradiciones y sus valores.

Pedirles que renunciaran a su lugar de origen era también exigirles que abandonaran a las y los muertos que habían enterrado ahí. La imagen de los recuerdos de vida y de infancia sepultados bajo el agua era insoportable para mujeres de Palmarejo que, de niñas, habían construido con sus propias manos un atrio que fue llamado “El atrio de las mujeres”. Para las y los habitantes de Acasico, Palmarejo y Temacapulín dejar su territorio significaba dejar atrás su identidad. La memoria y los recuerdos que habían forjado en sus pueblos eran más fuertes que la promesa de “desarrollo”. Fue entonces cuando decidieron afirmar que eran una comunidad dispuesta a defenderse.

Jairo Castrillón, pensador fundamental en torno a la Cultura Viva Comunitaria, señala lo siguiente:

“Para que se hable de comunidad, en lugar de un aglomerado de pobladores, debe haber una conciencia de unidad e interacción en un grupo determinado. La comunidad es un grupo de personas que comparten un territorio, una historia y elementos comunes (idiomas, modos de hablar, valores), unos intereses y unos problemas y necesidades comunes, así como potencialidades. Las comunidades desarrollan en la convivencia elementos de identidad que las diferencian de otros grupos humanos. […] Pero además de todo esto y, sobre todo, en la comunidad hay relación común, trabajo conjunto en función de proyectos comunes. Hay sentido de colectividad.”

El bienestar común, en ese momento, estaba marcado por la urgencia de detener el proyecto. Fue entonces que ese objetivo encaminó todas sus acciones. En 2008, en compañía de organizaciones nacionales e internacionales, formaron el “Comité Salvemos Temacapulín, Acasico y Palmarejo”. También promovieron “La carrera de los Remedios”: un evento deportivo que junto con la “Feria del chile” tenían la intención de apoyar a productores, campesinos y la economía local; hacer visible la cultura de Temacapulín e informar a las personas sobre la situación de las tres comunidades. Para 2010 ya habían logrado crear una asociación civil.

Aunque en 2014 gracias a los esfuerzos jurídicos se decretó la construcción de la presa a solo 80 metros de altura; aquella resolución únicamente protegía a Temacapulín. Entonces continuaron las acciones: la creación de una biblioteca, un ciber y un museo comunitarios; y la composición de canciones que narran la defensa del territorio, marchas y otras actividades que Gabriel Espinoza, vocero del Comité, define como “iniciativas creativas, alegres, esperanzadoras”. Expresiones culturales que de fondo ejercitaban la organización comunitaria e invitaban a reflexionar, entre otros temas, sobre la cultura del agua.

Para esas tres comunidades una de las respuestas al desabasto de agua no estaba en la construcción de la presa sino en el uso responsable del agua, de un proyecto hídrico que considerara el desarrollo social y económico y el resguardo de los ecosistemas. “Volvamos a la raíz” fue la campaña en la que la comunidad invitaba a pensar la relación que las grandes ciudades y las poblaciones pequeñas tienen con los recursos naturales y su explotación.

Después de quince años de sostener esta organización comunitaria, las y los pobladores consiguieron un acuerdo con el Gobierno de México que logró respetar sus voces y sus demandas.

El Jolgorio es apenas una invitación para seguir celebrando y construyendo acciones artísticas, culturales y comunitarias que fortalezcan y respondan a las nuevas necesidades de lo que las y los pobladores de Acasico, Palmarejo y Temacapulín definan como proyectos en común. “También nosotros seguiremos activos, propositivos. Seguiremos haciendo propuestas concretas, propuestas difíciles porque no todo es fácil. Por eso las culturas de esta región se caracterizan por ser culturas de resistencia, constancia”, expresa Gabriel Espinoza y añade: “La cultura es el cultivo de la vida.”

No todas las comunidades logran un nivel de organización de tales magnitudes. Pero en cada una de ellas hay intereses colectivos, deseos, inquietudes en las que el arte y cultura pueden ser herramientas para fortalecerlas y también una respuesta a sus diferentes necesidades.

Por eso en cada Jolgorio, y en cada eje de acción de Cultura Comunitaria, la comunidad es el centro. Porque solo con y desde las comunidades el bienestar común es posible.