Tiempo de florecer: ¿qué sigue después de Semilleros Creativos?
La llegada de Semilleros Creativos despertó en la niñez y las juventudes el amor por el arte y la conciencia de todo lo que pueden transformar a través de este en sus comunidades y en sus propias vidas. Para algunas y algunos también sembró el deseo de hacer de la creación artística un proyecto de vida. ¿Cómo ha sido la trayectoria para encaminarse a la profesionalización? En dos entradas contaremos la historia de Lizeth, Fátima, Vidal y Judith, jóvenes que estudian en escuelas dedicadas a la danza y al teatro y que, con sus historias, nos inspiran a soñar con una generación de artistas que sabe entretejer creación y comunidad.
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A Lizeth siempre le interesó bailar. Primero entró al mundo de las porristas y a los 8 años descubrió la danza. “A partir de ese momento no paré, no dejé de ir, me enamoré”, expresa la joven de 18 años. Aunque todos sus esfuerzos se encaminaron a aprender cuanto podía, nunca consideró estudiarlo profesionalmente. Fue en el Semillero Creativo de Danza urbana en Empalme, Sonora, donde descubrió que abrazar su vocación podía rendir frutos, sin embargo, no era algo que imaginara en un principio. Al Semillero había llegado en 2019 por invitación de Yarazeth, la docente. La joven asistía porque era un ambiente que le gustaba: la sede era el estudio de danza que consideraba su lugar seguro, podía compartir experiencias con adolescentes que –como ella– cursaban la secundaria y construir nuevas amistades.
Cuando supo que había sido seleccionada para formar parte del Semillero Nacional de Danza y participar en Tengo un sueño 2022, inició un gran cambio. Su amor por moverse libremente, improvisar con el cuerpo y bailar abrió oportunidades que jamás habría imaginado: conoció Ciudad de México y quedó impresionada por la diversidad de la oferta cultural y artística; visitó Colombia en el marco de la Feria Internacional del Libro en Bogotá 2023 para interpretar junto a otras niñas y jóvenes de Semilleros Creativos el poema Me gritaron negra de Victoria Santa Cruz; y participó en un encuentro creativo con jóvenes estadounidenses pertenecientes a la academia comunitaria Dancing Grounds en Nueva Orleans, Estados Unidos, para crear un montaje escénico que se presentó en el 51 Festival Internacional Cervantino en 2023.
Estas experiencias le ayudaron a reconocer todo lo que era capaz de hacer para responder a esas oportunidades: enfrentar la desconfianza de sus maestros de secundaria quienes afirmaban que “perdía el tiempo” o se burlaban utilizando irónicamente la palabra “semilla”; convencer a su familia de que podría comprometerse a las actividades de Semilleros -como viajar- y al mismo tiempo tener buenas calificaciones en la escuela; y comprometerse con la escena por completo a pesar de las dificultades como enfermarse antes de una presentación. Durante ese tiempo, Lizeth también comenzó a dar clases de danza a niñas pequeñas y descubrió en esa pasión una razón más para hacer de este arte su forma de vida.
Aquello que conquistó y conoció durante sus viajes la animó a participar en el examen de admisión de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea en el Centro Nacional de las Artes (CENART) para cursar la Licenciatura en Coreografía. A pesar de ser una de las aspirantes más jóvenes sintió confianza en aquello que había cultivado desde 2022: toda su trayectoria estaba respaldada por las presentaciones públicas de Semilleros Creativos y tanto Yarazeth como Estefany, está última, promotora cultural del Semillero, la motivaron a enfrentarse a las etapas de selección sin miedo. Para ese momento, su familia también había entendido y apoyado su decisión de estudiar en la capital del país.
Ha pasado poco más de un mes desde que Lizeth llegó a Ciudad de México para estudiar; la joven asiste a sus clases y descubre un mundo al que, probablemente, jamás se habría integrado de no ser por Semilleros Creativos. Entre sus objetivos está motivar a más a niñas, niños y jóvenes que quieran dedicarse al arte profesionalmente a hacerlo sin importan los obstáculos que surjan en el camino.
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En el sur, la experiencia de Fátima del Semillero Creativo de Teatro y Lengua maya en Kanasín, Yucatán, es distinta. Antes de llegar a este espacio, ella evitaba actuar en los proyectos escolares; al Semillero llegó a los 14 años por invitación de una de sus vecinas quien le mostró una obra y contó todo lo que hacían cotidianamente. A partir de ese momento, Fátima se quedó y, con el tiempo, tuvo diferentes descubrimientos que la llevaron a reconocer su vocación.
El primer cambio importante al llegar al Semillero fue encontrarse más abierta, alegre y sociable; posteriormente, despertaron deseos como el de tejer relaciones, salir, reír, jugar. “Me empecé a ver con más vida, más feliz. Y también en el ámbito escolar vi muchos cambios porque se me hacía mucho más fácil aprender cosas, memorizarlas, ponerlas en práctica y me emocionaba cualquier proyecto que fuera una exposición”.
Muchos momentos en este espacio fueron importantes, pero si hubiera que seleccionar uno, la joven elegiría cuando presentaron la obra para Día de Muertos y la pastorela en 2019. En ese entonces, el grupo tenía poco de haberse formado: conocerse a través del teatro, organizarse para montar una obra era algo nuevo y, en sus palabras, encantador.
Después llegaron presentaciones en lugares como el Auditorio Nacional y el escenario de la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible, Mondiacult, en 2022; o el Complejo Cultural Los Pinos en 2023; los viajes a distintas regiones del territorio con la obra Jooch / Cosecha y la conciencia de que el teatro también ayuda a tejer comunidad, a conocer a las personas y a nutrir la propia vida.
Luego de numerosas funciones, lo supo: cuando sus compañeras y compañeros le respondían únicamente que se sentían “bien” después de una función, Fátima reconoció que para ella era distinto: el teatro había cobrado un papel protagónico en su vida. Lo que experimentaba al preparar, ensayar y presentar una obra la emocionaba indescriptiblemente de tal manera que quería dedicarse a actuar.
El acompañamiento de Ilse y Ricardo, docentes del Semillero, y el respaldo de su familia fueron decisivos para enfrentar las dificultades en la escuela y, posteriormente, para presentar el examen de selección para la carrera de Teatro en la Universidad de las Artes de Yucatán (UNAY). “El teatro transformó mi pensar, me hizo conocerme a mí misma, desarrollarme y todavía lo estoy haciendo. Entonces dije: quiero dedicarme realmente a esto y en un futuro poder, tal vez, impactar a más infantes y jóvenes como para mí impactaron mis maestros y el teatro”, explica Fátima.
En un futuro, la joven espera ser parte del elenco de la Compañía Nacional de Teatro y enseñar este oficio. “Confío en que este programa seguirá y me daría muchísimo orgullo algún día ser parte como docente, aportar un poco a lo que Semilleros aportó a mi vida. Deseo que los Semilleros sigan muchos años más, aún falta muchas semillas por florecer. Estoy muy feliz de haber llegado aquí porque tengo una gran familia. Pertenecer a Semilleros es ser parte de una gran comunidad. Me llena de mucho orgullo decir que yo pertenezco, estuve con muchos de ellos y tuve la dicha de compartir escenario y muchas experiencias. Sin duda, es un lugar donde crecer”.