Entrada: Es tiempo de la niñez y las juventudes: Tengo un sueño 2024
Pie de foto: Tengo un sueño 2024, Auditorio Nacional.

Es tiempo de la niñez y las juventudes: Tengo un sueño 2024

Algunas personas llegaron al Auditorio Nacional en Ciudad de México cuatro o cinco horas antes de que comenzara el Magno Evento de Cultura Comunitaria Tengo un sueño 2024. Con playeras que los identificaban como parte de un Semillero o pancartas con mensajes de apoyo y cariño, los familiares de la niñez y las juventudes de Semilleros Creativos esperaron pacientes el momento para entrar al recinto. En el vestíbulo hubo quienes se tomaron un tiempo para escribir postales con deseos dedicados a las semillas o con los sueños propios. “Que sea feliz”, anotaron la madre y el padre de Abril Valentina del Semillero Creativo de Títeres en Tepotzotlán, Estado de México. Días antes, la niña señalaba la labor de convencimiento que su tía Ema y su madre habían realizado para que su padre la dejara formar parte del elenco de este año.

Hay un esfuerzo comunitario muy grande detrás de cada niña, niño y joven de Semilleros Creativos que se presenta en Tengo un sueño: las familias que autorizan su participación durante diez días en el campamento de Oaxtepec donde se ensaya el montaje; las y los docentes de Semilleros Creativos que asumen la responsabilidad de acompañar y cuidar; las instituciones, maestras y maestros que apoyan para cumplir con las demandas del ciclo escolar; y las personas que acompañan presencialmente –o de manera virtual– su actuación en el evento.

“Hicimos seis horas en camión para poder estar aquí”, dijo la abuela de una integrante del Semillero Creativo de Laudería, Son, Jarana y Danza en Cosoleacaque, Veracruz, al llegar al Auditorio Nacional. “Venimos a ver a nuestros compañeros que van a tocar”, expresaron orgullosas dos semillas del Semillero Ensamble de Alientos y Percusiones del Centro Histórico en Ciudad de México. Entusiasmo que cobró sentido cuando la escena comenzó: allí, niñas, niños y jóvenes de toda la república mostraron los frutos de su talento y, principalmente, de su perseverancia.

En el elenco de este año hubo caras conocidas que pisaron el Auditorio Nacional por segunda o tercera ocasión. Por poner algunos ejemplos, ahí estaban nuevamente Angélica y Bryan del Semillero Creativo de Circo en Santa Cruz de Juventino Rosas, Guanajuato; Omar del Semillero Creativo de Cultura y Arte Wixárika en Del Nayar, Nayarit; o Elideth y Akemi del Semillero Creativo de Danza Afro en el Barrio de la Soledad, Oaxaca. Tanto las semillas que se han presentado en ocasiones anteriores como las que lo hicieron por primera vez demostraron el gozo y el dominio en la escena: jugaron con el texto, improvisaron, sonrieron y bailaron, incluso, tras bambalinas. Durante dos horas y media, aproximadamente, conquistaron el placer de las artes escénicas: dejarse llevar por el instante y confiar en todo aquello que sus voces, sus gestos, sus movimientos o sus interpretaciones musicales pueden transmitir.

La historia escrita por niñas, niños y jóvenes de diversos Semilleros Creativos de literatura y escritura nos presentó un homenaje al camino que las mujeres han labrado en sus comunidades y nos exhortó a pensar en la desigualdad causada por los estereotipos de género. Las mujeres que participaron en la Revolución Mexicana, las que cultivaron los saberes de la tierra, las que escaparon de la violencia doméstica o las que soñaron con una realidad más equitativa estuvieron presentes en este relato protagonizado por una niña llamada Coa. La flora, la fauna y las sombras del Valle de los Fantasmas de la Sierra de Álvarez en San Luis Potosí nos mostraron varios de los prejuicios con los que crecieron muchas mujeres de nuestro país y nos invitaron a cuestionarlos.

Desde las butacas, familias enteras se emocionaron y gritaron los nombres de las semillas a quienes fueron a ver; se dejaron llevar por las diferentes interpretaciones de Coa que hicieron Renata, Dulce, Renée y Esmeralda del Semillero Nacional de Teatro; se sorprendieron por la manipulación de títeres como el jabalí o el títere monumental del personaje de la abuela; se conmovieron con la interpretación de Las cuatro estaciones de Vivaldi del Semillero PIA Armónicos, el Manifiesto en lenguas indígenas creado por el Semillero Nacional de Lenguas o las piezas de Alas (A Malala) o Derecho de nacimiento; rieron con todos los personajes de fauna y flora interpretados con soltura; y disfrutaron de la música, la danza y el circo al tiempo que escucharon una serie de diálogos que nos mostraron una realidad que debemos seguir transformando.

“Quiero reír, cantar y soñar en un mundo / donde no tengamos miedo de florecer”, fue uno de los versos que pudieron escucharse en mexicanero durante la función.

En estos años, tanto los Semilleros Creativos como el escenario del Auditorio Nacional en el Mago Evento de Cultura Comunitaria Tengo un sueño han sido espacios seguros para la expresión artística, creativa y comunitaria de la niñez y las juventudes de nuestro territorio. Aunque es difícil medir la impronta de esta experiencia en su presente y en su futuro, las lágrimas con las que muchas de ellas cerraron su participación expresan parte del camino que recorrieron para estar en la escena. Habrá quienes decidan dedicarse profesionalmente al arte y habrá quienes no. En ambos casos llevarán consigo la experiencia de reconocerse artistas y, principalmente, de saber que su voz, sus deseos y sus ideas son tan importantes como para ocupar un espacio como el Auditorio Nacional.

“Es tiempo de mujeres”, sí. Y como hemos visto desde la creación de Semilleros Creativos también es tiempo de la niñez y las juventudes: “Es tiempo de florecer”.

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