Caminata hacia una cultura de paz
En Empalme, Sonora, casi todos los días suena una alerta roja: el aviso de un posible enfrentamiento armado u homicidio en la vía pública. En ese municipio nadie está exento de presenciar o estar cerca de un hecho violento: la conciencia del peligro está integrada a la vida cotidiana. Frente a los pocos espacios públicos a los que niñas, niños y jóvenes tienen acceso para convivir, el Semillero Creativo de Danza urbana de Empalme resulta una propuesta significativa, sobre todo, para juventudes que van de los 11 a los 23 años de edad. Desde Semilleros Creativos decimos que fomentamos el pensamiento crítico y la cultura de paz, pero ¿qué significa eso realmente?
Es probable que dadas las circunstancias de un contexto como el de este municipio, el grueso de la población asocie la paz a lo que en una entrada anterior explicamos como “paz negativa”, es decir, como ausencia de conflicto. El tema de entenderla únicamente como lo opuesto a la guerra y la violencia es que, en el deseo de encontrar seguridad, únicamente se delega el camino hacia la paz a figuras de poder, que son las responsables de “restablecer el orden”.
Al hacerlo, la sociedad, motivada por el miedo, y tratando de huir de los efectos de la violencia directa, también participa de una serie de valores y mandatos que son propuestos por las figuras de autoridad sin preguntarse de forma crítica cuáles son las causas que originan y cultivan la violencia; o si únicamente las acciones propuestas desde ahí pueden abonar a una cultura de paz. De encaminarse a una serie de acciones que, se piensan, podrían asegurar la paz, se corre el riesgo de participar en una obediencia debida a quienes “brindan la paz”.
Formar un grupo para aprender danza urbana, como en el Semillero de Empalme, permite, entre otras cosas, la creación de un espacio donde es posible vencer el miedo y dialogar. Romper con el aislamiento para encontrarse en un espacio seguro construido desde la colectividad.
Al principio las y los asistentes estaban desconcertados frente a las dinámicas que se proponían en el Semillero: aquel lugar no solo ofrecía técnicas de danza urbana, también invitaba a conversar, expresar ideas y definir acuerdos en conjunto. Progresivamente, luego de un arduo trabajo por parte de Yarazeth y Estefany –docente y promotora, respectivamente– las y los jóvenes se animaron a participar de manera activa.
Fue en el mes de mayo cuando, después de la visita de una sexóloga al Semillero para conversar con madres y padres de las y los jóvenes, pudo hablarse de algo que en Empalme aún es un estigma: la diversidad sexual y de género. Después de esta conversación, se dedicó una asamblea a hablar sobre el tema y se descubrió colectivamente que en el municipio había otra violencia que era menos visible: la ejercida contra personas LGBTTTIQ+.
Esta violencia se expresaba en gestos que iban desde la indiferencia y la discriminación hasta los crímenes de odio en los que parte de la sociedad sonorense, a través de su silencio y de su falta de empatía, cooperaba pasivamente. Si decimos que parte de los objetivo de la paz es crear las condiciones para una vida libre de violencia, más justa y digna para todas y todos, ¿qué se puede hacer cuando estas condiciones no están dadas?
La respuesta de las y los participantes del Semillero fue hacer una “Procesión del silencio”. Una marcha en nombre y para la comunidad LGBTTTIQ+ donde cualquiera que se identificara como parte de ese grupo o defendiera sus derechos, podía participar en una caminata luctuosa. Salir a las calles para exigir públicamente condiciones de dignidad, respeto y libertad para la diversidad sexual, en un municipio donde nunca se había hecho, parecía una provocación. En realidad se trataba de un evento que evidenciaba un conflicto: el odio y el rechazo hacia esa minoría.
¿Por qué decimos desde la cultura de paz que el conflicto es algo positivo? Porque este corresponde a un proceso natural en cualquier sociedad. Los conflictos están atravesados por fuerzas, luchas, desigualdades e intereses y permiten cambios, movimientos y transformaciones importantes en la sociedad y en la vida de las personas. El conflicto no es lo mismo que la violencia: en algunos casos, es la oportunidad para hablar sobre algo que está oculto y no se enuncia, o que es invisible para una parte de la sociedad. El objetivo es poder mediarlos o regularlos sin el uso de la violencia.
A la marcha llegó todo el Semillero Creativo, acompañado por la docente, la promotora y la drag queen Karly Green. Vestidas y vestidos de negros, y con algunos accesorios que hacían alusión a la bandera de la diversidad, las y los jóvenes realizaron su caminata del Semillero al centro del municipio. En su recorrido observaron miradas de rechazo, miedo, morbosidad, asombro, y también aquellas que apelaban a la solidaridad y al desconcierto.
La caminata no era otra cosa sino una acción directa no violenta que invitaba a la sociedad a desobedecer esa moral que por mucho tiempo le ha causado daños a las personas LGBTTTIQ+. Una interpelación para transformar esos valores de odio por otros acordes al respeto, la justicia y la libertad. A romper con esa cooperación pasiva que permite la impunidad en los crímenes de odio. A recordar lo que Martin Luther King escribió alguna vez: “…la injusticia tiene que exponerse, con toda la tensión que crea, a la luz de la conciencia humana y al aire de la opinión nacional si es que existe el deseo de subsanarla”. Un llamado a caminar juntas y juntos hacia la paz.