Convite cultural Alas de libertad
Este año, en el Convite cultural Alas de libertad, las mujeres privadas de la libertad que se encuentran en el Centro de Reinserción Social Femenil (CERESO) en Cajeme, Sonora, crearon un fanzine que recopila la memoria de cada una de las sesiones del Convite. De manera natural, cada una de ellas registra de forma alternada lo que ocurre en sus talleres de cartonería, artes aplicadas y movimiento. Desde 2021, además de las actividades de La Letra Escarlata, el Convite es otra opción cultural y recreativa en este lugar, cuya única área de esparcimiento es una pequeña cancha de básquetbol y dos salones pequeños.
Coro, danza folclórica y artes plásticas han sido parte de las actividades artísticas que tienen por objetivo promover los derechos culturales de mujeres privadas de la libertad para fomentar una convivencia distinta a la violencia que a veces prima en esos espacios.
"Hasta que llegué aquí, me di cuenta de que podía dibujar". Esta es una entre muchas de las frases que surgen en los talleres. Durante estas sesiones, las mujeres exploran, tanto de manera individual como colectiva, las múltiples dimensiones que el arte puede ofrecerles: desde servir como un simple entretenimiento para aliviar temporalmente las emociones que el encierro despierta, hasta lograr transformar la percepción que tienen de sí mismas, y descubrir sus propios talentos.
Las mujeres bromean con algo que es una realidad: "en este lugar, hay más artistas que internas". Desde la primera muestra del Convite, de una población de unas noventa mujeres privadas de la libertad, cincuenta estaban preparadas para tocar, bailar y cantar con la identidad sonorense como tema de inspiración en la cancha de básquetbol transformada en escenario.
En contextos donde la violencia y las adicciones son una parte de su cotidianidad, descubrir habilidades artísticas les brinda herramientas para redefinir su historia personal. Este encuentro con el arte modifica también la perspectiva que puede tenerse sobre el ingreso a la cárcel: aquello que en un principio era descrito como "la peor experiencia que alguien pudiera vivir", se convierte en un tiempo valioso del que es posible recoger diversos aprendizajes.
Para llegar a este camino, sin embargo, hay un recorrido cuidadoso. Melissa, Armando y Ariel, agentes culturales del Convite, buscan estrategias para mantener el ánimo y el interés. En el CERESO es común que las mujeres privadas de la libertad abandonen las actividades por la depresión que causa el encierro. A veces basta con llevar un refresco para amenizar la sesión, pero otras, es necesario agotar todos los esfuerzos para demostrarles que ese espacio en común es valioso.
Las guardias del CERESO a menudo les preguntan: “¿por qué esforzarse tanto en hacer estas actividades?”. Para Melissa es claro que se trata de un derecho, y también, de una oportunidad para que las mujeres privadas de la libertad experimenten otro tipo de relaciones donde sus saberes y sus palabras son importantes. Por eso, de manera constante, insiste junto a Armando y Ariel que no les llamen “profes”, porque lo único que hacen es facilitar y compartir herramientas. Ahí todas están para aprender de todas y son tratadas por igual: con respeto y cuidado.
Desarrollar el Convite en el CERESO y ofrecer el arte y la cultura como herramientas de transformación conlleva un proceso delicado en el que las y los agentes culturales son conscientes de sus propios límites. Es decir, hay una mirada clara de lo que pueden y no pueden hacer en ese espacio. Por ejemplo, aunque el tema de las emociones o las historias de vida surjan durante el Convite es importante aprender a canalizarlo por una vía artística más que intentar abordarlo desde una perspectiva psicológica o terapéutica, pues ese no es su campo de conocimiento.
Recientemente, en el taller de cartonería, las mujeres elaboraron alebrijes a los que les atribuyeron cualidades. Cada una de ellas escribió aquello que veía en las creaciones que habían realizado durante un trimestre. "Alegre”, “colorido”, hermoso", "vuela", fueron algunas de las descripciones. Luego, desplazaron esos atributos a sí mismas y el ejercicio les resultó extraño. Acostumbradas a escuchar críticas negativas sobre ellas, leer estas nuevas palabras las llevó a un territorio desconocido donde era posible narrarse desde una mirada positiva. Nombrar en primera persona que son hermosas, coloridas o pueden volar desarmó los adjetivos con los que están acostumbradas a describirse.
Ejercicios como este, que son en apariencia “pequeños”, generan atmósferas en las que el color va pintando de a poco los días. En el verano uno de los objetivos a desarrollar era reunirse en torno al goce: ese concepto que cuando hablamos sobre arte y cultura puede resultar extraño.
Realizar actividades artísticas o recreativas sin ningún otro fin que el de disfrutar, hacerlo sin culpa y con la convicción de que también es parte de sus derechos culturales, es también una convicción para el Convite. Que mujeres privadas de la libertad se entreguen libremente a una sesión de bachata o de zumba transforma también la relación con el espacio en que se encuentran: por algunos momentos se experimenta un ambiente festivo, alegre, despreocupado.
Todas estas experiencias quedan registradas por escrito en un fanzine que preserva una memoria colectiva de este Convite. Esta memoria nos reafirma que el arte puede ser una herramienta para forjar comunidad, reencontrarse consigo mismas y experimentar un sentido renovado de libertad.