La cascarita: una mirada sobre la niñez y la violencia en México
Este año, en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico se presentó durante octubre y noviembre "La cascarita", del dramaturgo maya Janil Uc, obra ganadora del "Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo Trejo" en 2022, la cual fue representada por actores y actrices de la Compañía Nacional de Teatro y, en un hecho insólito, por niñas y niños del Semillero Creativo de Teatro y Danza en Ecatepec, Estado de México.
Para Sayuri Navarro, directora de la puesta en escena, la participación de Esmeralda Rubí, Iker Oswaldo, Rosdeli Carolina, Norberto, Rocío y Ollin Newen del Semillero Creativo en Ecatepec constituye un acto político en sí mismo, como también lo es hacerlo junto a la Compañía Nacional de Teatro. Que la niñez ocupe los escenarios para contar una historia que desarrolla los efectos de la violencia requiere de un trabajo donde el cuidado y la ternura sostengan los procesos creativos. Tan importante es lo que la obra intenta transmitir de manera anecdótica como las vidas reales de niñas y niños del Semillero que se adueñan de la escena para mostrarnos un horizonte que no les es ajeno ni mucho menos desconocido.
Pero ¿cuál es el argumento con el que "La cascarita" interpela a las y los espectadores? La trama sigue el encuentro entre un entrenador de fútbol venido a menos, apodado "Cascarita", y un grupo de niñas y niños que viven en el pueblo de Santiago Mataindios y sueñan con dedicarse profesionalmente al fútbol. En este lugar, marcado por la precarización económica, el maltrato y el abandono infantil, la llegada del narcotráfico provoca una catástrofe que comienza con la muerte de Cascarita y culmina con el desplazamiento forzado de varias familias.
A modo de documental que indaga sobre el destino de los integrantes de aquel grupo de fútbol infantil y lo que realmente sucedió con su entrenador, el pasado y el presente se superponen para mostrarnos cómo la violencia trastoca a la niñez. Aquel entrenador rehabilitado de su alcoholismo logra transmitirle confianza y cariño a las niñas y niños que juegan con él, pero todo queda roto tras su asesinato. Solo a través de los testimonios que brindan ellas y ellos en su vida adulta reemerge algo de aquellos días en los que jugar fútbol significaba también forjar amistades e imaginar un futuro luminoso.
Aunque el texto dramático transmite una mirada crítica y dura sobre la situación de la violencia en México, su perspectiva queda matizada por la propuesta de la directora, que confía en las y los participantes del Semillero Creativo de Danza y Teatro en Ecatepec para acompañar a los personajes en su vida adulta y recordarles escénicamente que algo de su niñez sobrevive en el presente.
En la puesta en escena de Navarro, niñas y niños del Semillero comparten roles con actores y actrices de la Compañía Nacional de Teatro. Ambos se sostienen y acompañan en las escenas más difíciles. La obra termina con un ritual de cuidado en que actrices, actores y asistentes leen en voz alta sus deseos para la niñez mexicana del futuro.
Además de su valor en cuanto a propuesta estética, la obra transmite un conjunto de relaciones sociales que acontecen detrás de la escena: se trata de las muchas generaciones que en México se han enfrentado a la violencia y han aprendido a hacer algo con ella, tal y como puede verse en las capacidades de quienes participan en la obra (tanto actrices y actores profesionales de la Compañía Nacional de Teatro, como las y los integrantes del Semillero). Se trata también de las capacidades artística que niñas y niños han conquistado y les permiten presentarse en los escenarios con alegría, frescura y dominio técnico de su profesión.
La historia de la niñez que participa en "La cascarita" constituye una segunda trama que se desarrolla ante los ojos de las personas espectadoras al mismo tiempo que la trama principal: si esta última cuenta los efectos devastadores que tuvo el asesinato de Cascarita en sus jóvenes pupilos, la primera muestra que, a pesar de todo, las niñas y niños de distintos lugares de México han sido capaces de enfrentarse a contextos difíciles y reconstruir sus vidas, a veces con el apoyo de espacios comunitarios como el del Semillero Creativo de Teatro y Danza en Ecatepec.
"La cascarita" combina los registros del teatro comunitario, el arte participativo y el teatro convencional para abrir una pregunta importante, ¿qué hacemos para cuidar los espacios y a las personas que sostienen la niñez y la juventud?
Según escribe Mariana Montero en la revista "Este País", Sayuri Navarro explica que en el trabajo de mesa, al dialogar con las niñas y niños del Semillero sobre el texto y preguntarles qué es lo que deseaban para sí mismos, la respuesta fue: "más espacios como los Semilleros Creativos."
Desde el programa de Cultura Comunitaria, hemos enfatizado que, además de brindar acceso a una educación artística gratuita que permite a niños y jóvenes expresar sus habilidades y talentos en grandes escenarios, es crucial promover la formación comunitaria y construir redes de apoyo. Esto demuestra que, ante un entorno marcado por la violencia que parece debilitarlo todo, es posible tejer relaciones entre niñas, niños, jóvenes, adultos y comunidades que, poco a poco, generan cambios significativos.
De esta manera, confirmamos que la realidad forjada a través de los procesos participativos en la niñez y la juventud puede ser tan impactante como las representaciones ficticias que nos confrontan con realidades difíciles de mirar, como en "La Cascarita".