Hacemos milpa en el campo cultural
En algunas regiones del país, estos son meses de siembra. El acontecimiento abre la posibilidad para exponer por qué, en nuestra forma de entender y hacer cultura comunitaria, la milpa es la analogía para explicar nuestra metodología del trabajo en territorio. Milpa, esta palabra que del náhuatl al español significa “lo que se siembra encima de la parcela”, no se reduce únicamente al terreno de cultivo ni al acto de sembrar maíz y otras especies: se trata de un proceso cíclico que se repite año con año.
Recoger ideas, sembrar procesos y cosechar alternativas son las etapas de nuestra milpa donde arte, cultura y comunidad dan como resultado una cosecha tan diversa como especies de maíz hay en México.
Recoger ideas
Cada milpa es singular: depende del lugar donde se encuentra la parcela; de las condiciones del clima; del entorno; y las especies que, entre sí, favorecen al policultivo. Las manos campesinas deben considerar estos elementos y, de esta manera, elegir el maíz y la temporada de siembra.
Desde nuestra perspectiva, al igual que en la milpa, el principio del trabajo cultural en territorio es reconocer a la comunidad a través de la escucha activa y de herramientas de diagnóstico participativo. De esta manera, podemos comprender el contexto y las necesidades de cada lugar. Por ejemplo, una comunidad en Guerrero que imagina educación artística para las niñas y niños en condiciones de vulnerabilidad social; un grupo de madres de distintas regiones que desean fortalecer la creación de redes entre mujeres; personas en tránsito que carecen de espacios de recreación y de refugio; o mujeres privadas de la libertad que necesitan actividades para sobrellevar el encierro. Todas ellas, experiencias con condiciones muy distintas que necesitan intervenciones diferentes.
Una vez que este horizonte es reconocido, se prepara el terreno para arar la tierra; barbecharla, rastrearla y surcarla, para que afloje o se remueva; y así, esperar las primeras lluvias. La tierra debe estar preparada y lista para comenzar.
Sembrar procesos
En la milpa la especie principal es el maíz, sin embargo, los cultivos que la acompañan son igual de importantes. “La triada mesoamericana”: maíz, frijol y calabaza, por poner como ejemplo la milpa tradicional, es funcional porque el maíz proporciona un soporte para el frijol; los frijoles enriquecen el suelo con nitrógeno y ayudan al maíz a crecer; y las calabazas cubren el suelo para suprimir la humedad y la maleza. Esta elección llevada a nuestro campo pasa, por ejemplo, en articular los modelos de intervención ya sea un Semillero Creativo o un Convite cultural y así, sembrar comunidad a través del arte y la cultura con el fin de fomentar la cultura de paz y la transformación social.
Las artes escénicas, las artes plásticas, la producción audiovisual, y demás lenguajes creativos funcionan como herramientas para fortalecer nuestra siembra, nutrirla y ayudar a que crezca tal como lo hacen la calabaza y el frijol con el maíz. Así, un Semillero Creativo de Teatro ayuda a jóvenes de Colima a transitar sus experiencias de acoso escolar; un Semillero en Morelia dirigido a niñas y niños de primera infancia transforma la mirada colectiva para considerar los derechos desde la temprana edad; o un Convite cultural apoya en la defensa del territorio, mediante actividades que combinan arte y ciencia.
Como en la milpa, la siembra de plantas medicinales ayuda a alejar plagas e insectos para que la siembra se desarrolle bien; niñas, niños, jóvenes, docentes, promotores, comités vecinales, madres y padres de familia, autoridades locales, y quienes quieran contribuir, colaboran para proteger los procesos comunitarios que crecen dentro de los Convites culturales y Semilleros Creativos.
Cosechar alternativas
Cuando la cosecha está lista y el maíz se convierte en mazorca, sus hojas pueden utilizarse para envolver tamales; el grano pude venderse para hacer productos; la semilla puede almacenarse para el autoconsumo. Elote, mazorca, semilla, maíz... las posibilidades se multiplican.
En nuestro caso, recoger la cosecha se trata de visibilizar el trabajo realizado para lograr la transformación de las comunidades donde las personas de cada localidad se desempeñan como agentes culturales, resignifican sus historias de vida, construyen nuevas narrativas y se apropian de los espacios públicos.
Así, un grupo de jóvenes que practica danza urbana interviene el espacio público con un mensaje de paz; niñas, niños y jóvenes recuperan una lengua que está por perderse; y artesanas y artesanos logran impulsar la alfarería como elemento de identidad.
Bajar la mazorca, desgranarla y conservar las mejores semillas implica también preparar nuevamente la tierra: se vuelve a arar; se barbecha, se rastrea y se surca para que tenga un descanso, y recupere sus nutrientes; queda lista para reiniciar el ciclo.
* Agradecemos el apoyo de Alberto Flores Manterola, trabajador social y campesino de Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta, Ciudad de México, por su apoyo para el desarrollo de este texto.